DON IGNACIO Y MAX UN OVEJERO MUY ESPECIAL
Dentro de poco de cumple una fecha a la que mantengo siempre en el
recuerdo, que es el cumpleaños de un hombre que marco mi vida, como fue mi
querido viejo Ignacio.
Yo había escrito una nota recordándolo, pero como a todo hijo, que ha
perdido a su padre, la imagen me viene a
cada tanto, con hechos, frases o simplemente sus silencios, de alguien quien
perdió todo por la guerra (familiares y bienes) y que tuvo que rehacerse solo,
en un país desconocido, con un idioma diferente, con la incertidumbre de lo que
ocurría en Europa, teniendo que salir adelante a toda costa.
Pudo sobreponerse, conociendo a mi vieja para formar una familia, aunque el
destino también pareció darle vuelta la cara, ya que su primogénito no sobrevivió
al parto, para luego aparecer yo, para darles la alegría de un hijo.
Nunca fue muy locuaz, sobre sus padecimientos que lo obligaron a dejar todo
y sobre los únicos tópicos que se explayaba, eran su pasión al ajedrez,
(que por supuesto mame desde muy chico), y de alguien que seguro quiso
enormemente y al que también tuvo que abandonar: su perro ovejero llamado Max.
Mi viejo llevada una marca sobre su brazo, que me conto y era la que le
había propinado su amado can, que surgió cuando se peleaban con su hermano
Carlos y que Max al querer separarlos, lanzo la dentellada que sufrió mi padre,
por supuesto aquellos que tienen perros, deben saber que el amor de estos
animales es tan grande, que en este caso, en su afán de evitar que siguieran
confrontando, utilizo este método (que por supuesto resulto efectivo).
La otra anécdota que solía contarme, fue cuando un ladrón quiso robar en su
negocio durante la noche, y cuando llegaron a la mañana, estaba tirado junto a
la pared, mientras Max lo tenía amenazado y les rogaba entre lágrimas, que se
lo sacasen de encima (una de las pocos fotos que trajo, fue una junto a su
mascota, en la que la que aparecía acariciándolo).
Reconozco que no soy muy amante de los perros, pero si hay una raza a la que respeto enormemente, (indudablemente
por el legado de mi padre), es al ovejero alemán, cuya fidelidad no admite
discusión y que mi amiga Marianita (en el tiempo que compartimos laboralmente), cuya mascota casualmente se llamaba MAX, me recordaba constantemente.
DON IGNACIO, SIEMPRE EN MI CORAZON
¡!!!!!!
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