EL MERCADO DE SAN TELMO
Hace poco tiempo, volvimos a recorrer un lugar tradicional y del que
siempre guardo un enorme cariño, por haber nacido muy cerca de ahí y haber sido
parte de mi niñez.
La plaza Dorrego abarrotada, un día domingo, por la enorme cantidad de
turistas, atraídos por sus artesanías y puestos con gran variedad de cosas para
elegir, pero también por un cambio tan favorable, que cualquier compra es
irrisoria al bolsillo de los extranjeros.
Recorrimos también las galerías, en donde aparecen otro tipo de mercaderías,
quizá más lujosas, pero también con un encanto propio y por ultimo es imposible
dejar de recorrer el barrio y no apersonarse al viejo y querido mercado, tan típico
y a pesar de la modernidad, manteniendo muchos de los puestos de antaño.
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“Ir al Mercado de San Telmo, hoy una Babel de turistas que van a comer desde
empanadas criollas hasta tapas españolas, y
encontrar a quienes vivieron lo que ese lugar fue, es decir, una feria común y
corriente.
Jorge
Amitrano es puestero de tercera generación y recuerda a sus abuelos, fundadores
del mítico lugar porteño.
Jorge Amitrano (52)
apunta que su abuelo fue uno de los primeros en abrir un puesto ahí. A su lado, su
esposa, Luján Napolitano (46), apana milanesas de pollo.
Pueden conversar
porque al mediodía el Mercado está tranquilo: la gente no viene a comprar
comida sino a pedirla en los restaurantes que hace algunos años empezaron a
ocupar los locales que las crisis de la patria fueron dejando vacantes.
Jorge Amitrano es uno
de esos hombres que ama el lugar del que proviene. Sabe lo delicado que es el Mercado con sus arcos de
hierro hasta el techo y su cúpula central. También conoce la historia de
Buschiazzo, “el arquitecto europeo” que lo diseñó.
A veces observa a
los turistas paseando por los aleros sacándoles fotos a los techos o a las
columnas y los comprende, claro que los comprende: vienen a admirar también una
parte de su historia.
Con
las crisis que vivió el país, parece milagroso que un edificio así siga en pie.
La última reforma que tuvo se la hizo el Gobierno de la Ciudad, que renovó la
fachada.
Pero
hubo una época en la que, como el país entero, el Mercado de San Telmo se caía
a pedazos.
“En 2001 se estaba
por fundir, hasta que llegó el turismo”, recuerda Jorge. Antes, en San Telmo no
se escuchaban idiomas extranjeros y menos en el Mercado. Y en una época, la
peor, ni los de acá venían, aclara Luján.
La cosa cambia cuando los locales
gastronómicos aparecen y ganan cada vez más terreno. Quizás no tenga
sentido debatir si la transformación fue buena o mala. “Era eso o el Mercado
tendía a desaparecer”, concluye Jorge.
Puedo
avalar lo que expresa Jorge, pues la calidad de la gastronomía del barrio es
envidiable, con restaurantes de todo tipo, siendo muy difícil encontrar lugares
disponibles, los fines de semana sin una reserva previa.
San
Telmo es uno de los pocos barrios de la ciudad, en donde se encuentra una enorme
diversidad de público y en donde se puede gozar de todo tipo de espectáculos,
pues también la actividad teatral ocupa un lugar preponderante de sus ofertas.
Es
por eso que me animo a recomendarles que se acerquen sin dudarlo, ya que se sentirán
ampliamente gratificados.
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